De Hobbits y Dragones

Es poco probable que alguien que leyó El Señor de los Anillos se perdiera de disfrutar El Hobbit; para aquellos que desconozcan del tema, Tolkien comenzó a escribir este cuento para sus hijos, durante las largas noches del invierno británico (en aquella época no había Internet, televisión, y la radio recién había aparecido pero la familia no tenía inicialmente muchos recursos ni apreciaba los electrodomésticos):
El Hobbit relata la historia de Bilbo, quien sería luego el tío de Frodo, designado por Gandalf como el elemento clave de un grupo de expedición de Enanos en la búsqueda de la recuperación del Reino de la Montaña Solitaria.

En los primeros tramos de la historia, Bilbo resulta ser una verdadera carga y en más de una oportunidad sus compañeros deben auxiliarle para sacarlo de alguna situación complicada. Ha decir verdad los líderes de la expedición se plantean varias veces si la designación de Gandalf no fue errónea. Todo cambia durante una noche de tormenta, cuando el grupo es secuestrado mientras dormía en una cueva infestada de orcos.

El ojo entrenado quizá reconozca algo importante.

Es aquí cuando Bilbo despierta en la oscuridad de los túneles subterráneos y se topa con el Anillo Soberano. Es curioso pero en las primeras ediciones de El Hobbit, el Anillo y los acertijos con Gollum revisten poca importancia... el hallazgo del objeto numinoso: el Deus ex Machina que pone al hobbit a la altura de sus demás compañeros al conferirle invisibilidad. Hay algunos que ven en el Anillo un artefacto que facilita el cambio de densidad... ¿quizá de la tercera a la cuarta y por ello resulte invisible el poseedor?

Bilbo entonces se convierte en el líder del grupo, y devuelve el favor más de una vez al liberar a sus compañeros de varios enredos y guiarlos por fin a la Montaña Solitaria. Allí de nuevo es él quien descubre la forma de entrar, quien encara al Dragón y descubre la forma de eliminarlo.

Y aquí hay una serie de señales sutiles que vale la pena observar en detalle: durante la primera incursión dentro de la montaña, Bilbo logra recuperar un copón de oro del tesoro del Dragón; este hecho hace despertar al guardián y es allí donde ocurre el segundo evento notable: Bilbo al dialogar con el Dragón observa un lugar en su pecho carente de protección. De alguna forma esta información es escuchada por unos ancestrales pájaros custodios que logran transmitir este conocimiento a un guerrero de antiguo linaje quien emprende la épica batalla de enfrentar al Dragón.

Luego que la Montaña parece haber perdido a su infernal guardián, ocurre el tercer hecho curioso: Bilbo encuentra la Piedra del Arca; sobre esta piedra no queda exactamente claro pero no parece ser una factura de los Enanos sino parte de su Herencia o Legado del Pueblo de los Enanos, según nos informa Thorin.

Ilustración en el primer tomo del
Señor de los Anillos
En esta historia, un cuento que parece ser para niños, se presentan elementos simbólicos poderosos: el Grial, la Cábala (el Lenguaje de los Pájaros, el mágico lenguaje divino usado por las Aves para comunicarse con el Iniciado) y el Arca. Estos artefactos figuran en casi todas las mitologías con diferentes nombres: en la literatura escandinava, un artefacto con las características del Grial se denomina Sampo, algo similar ocurre con la Cornucopia; en los cuentos sajones surge el Irminsul, el pilar o piedra que une la Tierra con el Cielo.

Lo extraño de todo esto es que los artefactos, artilugios o tan sólo el simbolismo que hay detrás de ellos pareciera coincidir con la famosa Lapis Exillis... la Piedra del Exilio o la Piedra del Cielo, también conocida como Piedra de la Luz.

Curiosamente, la obra inicial del profesor Tolkien, sobre la que se apoya la historia y lugares de El Hobbit, habla también de estas joyas de luz: los Silmarils; en efecto, toda la Primera Edad de su mitología gira alrededor del destino de estas tres joyas: en los Cielos junto a Earendil, (1) en los fuegos del interior de la Tierra y en las profundidades de las aguas del Mar, que también se relacionan con los Anillos de los Señores Elfos: Vilya, Narya y Nenya.

Pero lo más interesante: los Silmarils sólo son los últimos frutos de los dos árboles sagrados: Telperion y Laurelin. ¿Serían estos los famosos Ashwath Vriksha de la mitología india: los árboles sagrados o de la vida? ¿Con qué extraños y arcanos conocimientos se habrá topado el profesor Tolkien durante su investigación filológica para nombrar y honrar tanto a los Arboles en su vida y en su obra?

Leyendo las transcripciones del Experimento Cassiopaea, donde se habla en numerosas oportunidades de la importancia de los Arboles y la Cabala, cabe la inquietud si la Lengua Verde es el lenguaje de la canalización de información, ya que se podría entender a los Ángeles (Divinidades Plerómicas o la Sexta Densidad de Pensamiento Unificado) y el simbolismo de alas y aves con el concepto de Avian Lords. Dejamos esto como cuestión abierta, quizá alguien de entre la Hermandad nos pueda orientar...

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(1) Al investigar la Biografía del Tolkien, Humphrey Carpenter señala que el legendarium mitológico conocido luego como El Silmarillion, nació de un antiguo poema llamado La Ascensión o Christos II de Cynewulf que reza «Eala Earendel engla beorhtast, ofer middangeard monnum sended» cuya traducción aproximada sería «Salve, Earendel, el más brillante de los ángeles, enviado a los hombres sobre la media tierra.» Tolkien hace un curioso comentario años después:

Sentí una curiosa excitación, como si saliendo de un sueño, algo se agitara en mí. Detrás de aquellas palabras había algo muy remoto, raro y hermoso, si podía asirlo, algo que estaba mucho más allá del antiguo inglés.

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