La escisión de realidades

Nos encontramos en el umbral del cruce de dos realidades; entendemos que sólo será posible una transición fluida teniendo un imparcial conocimiento de la que habitamos y una noción de la realidad a la que nos dirigimos. Quienes comprendan que la realidad en la que nos encontramos atascados -por no decir esclavizados o confinados- es cíclica, sabrán que cuando los indicadores cósmicos marcan un giro completo, el sistema se reinicia, generalmente con unas apocalípticas y sepulcrales campanadas finales.

Sin embargo, para el oído entrenado esto no será otra cosa que la señal de largada, marcado por el tintineo de cadenas que se rompen. ¿Pero, realmente conocemos la realidad en la que nos encontramos? El prestigioso Juan G. Atienza en su libro La Gran Manipulación Cósmica, nos comenta:
Esa realidad [exógena] nos está manipulando desde unas coordenadas -¿[hiper]dimensionales tal vez?- que normalmente somos incapaces no sólo de alcanzar, sino hasta de entender. Pero su juego es, a determinados niveles, exactamente igual al que ejercen sobre nosotros las entidades manipuladoras de nuestro propio mundo, hasta el punto de que pocas veces llegamos a identificar la naturaleza de esa radical dependencia y nos es totalmente imposible distinguir sus límites, precisamente porque, tan a menudo, la pequeña manipulación de nuestro entorno ejerce sobre nosotros trata de apoyarse -con un conocimiento intuitivo más o menos real del problema- en las manifestaciones que, con la apariencia de prodigios inexplicables, surgen ante nosotros rompiendo, incluso violentamente, los esquemas de nuestra lógica de andar por casa.
Aquello de lo que debemos percatarnos es que nuestra realidad humana está viciada por la subjetividad, la manipulación y, para no ser menos, en el engrandecimiento del ego. Parafraseando al escritor germano-español Andreas Faber-Kaiser, el muñeco humano suele comprar como verdad aquella campana que suena más fuerte o más veces. Bob Altemeyer, psicólogo canadiense que en su libro The Authoritarians (Los Autoritarios) concuerda en que un segmento muy amplio de la sociedad posee tendencias genéticas de obedecer a la autoridad sin jamás cuestionarla; en Comets and the Horns of Moses (Cometas y los Cuernos de Moisés) se lo cita brevemente:
La idea básica es que el cerebro tiende a protegerse del stress y siempre busca conservar la energía. Es más, cuando el cerebro aprende a temprana edad cómo callar sensaciones desagradables y crear una "visión alternativa" de las cosas, usualmente de una forma negligente, establece así un patrón de comportamiento que luego se perpetúa pues alivia el stress. [...]
La configuración del cerebro humano es la de buscar las causas de los efectos; esto fue una adaptación evolutiva dado que un ser que puede leer los signos del ambiente de manera correcta y anticipar eventos futuros que pueden resultar fatales, sobrevive. [...]
Los seres humanos son capaces de recordar los errores del pasado y, junto a la habilidad de reconocer patrones, predecir qué puede salir mal en el futuro; pero también pueden predecir su propia muerte; y estando sometidos a encontrar una solución, una respuesta defensiva y al mismo tiempo conservadora de energía, surge entonces la creencia religiosa como el camino con menor resistencia. Por otro lado el escepticismo, el encarar las verdades y los hechos dolorosos de la realidad, requiere de esfuerzo y produce dolor mental.
Compárese La Cabaña del Terror
con el Manuscrito Hefferlin
Nos hallamos entonces en la disyuntiva mental de tomar el camino fácil y creer, sometiendo nuestro discernimiento a las autoridades políticas o religiosas -ya sean de tercera o cuarta densidad- o encarar el camino hacia la Verdad. Si optamos entonces por Ad astra per aspera, y comenzamos a vislumbrar que los cuentos medievales sobre Infiernos dantescos, los extraños relatos del inframundo de Richard Shaver o las leyendas mesoamericanas del Xibalbá maya, frente a los artículos ufológicos que exponen la Base Militar de Dulce pueden tener un patrón común con aquella realidad lovecraftiana que intentamos exponer, ¿acaso alguien recuerde la película Cabin in the Woods?

Es que no nos cabe duda en afirmar que el cruce de realidades existe y es natural, y que lo artificial es el encierro en el que nos encontramos habituados. ¿No hemos hablado de manera esclarecida sobre el conflicto que subyace en la oscuridad de nuestra mente promovido por las entidades parasitarias?

Tal vez, la dinámica de lo que esté por ocurrir posea sus raíces en el nuevo paradigma del Universo Plásmico, donde el desbalance en la mecánica interna de un sistema impone una compensación externa provista por el sistema superior que contiene al primero; quizá desde la visión antropocéntrica, esto tenga dos componentes en retroalimentación:
  • por un lado el nivel de polarización: (1) si consideramos que el sistema interno se encuentra en desbalance (motivado por la subjetividad, la patocracia, el desenfreno, etc.), la compensación externa actuará como una onda energética contraria, en busca del equilibrio; bajo la influencia de esta Onda, los individuos sensitivos comenzarán a alejarse de aquellos que no lo son, lo que culminaría en una clase de catalizador para una escisión de realidades, formada por masas de individuos que necesitarán de diferentes destinos colectivos (aquellos que volverán a reencarnar en la realidad grosera de la tercera densidad y los que evolucionen a las experiencias en la cuarta); en sus escritos sobre Principios de Evolución Espiritual, Thomas Minderle lo explica con elegancia académica:
Hay un experimento científico donde la arena y la tierra son mezcladas y puestas en una hoja de hule. Cuando por medio del sonido la hoja comienza a vibrar, la mezcla se separa en dos montones de arena y de tierra. Esto se debe a que la tierra tiene consistencia más fina que la gruesa arena y por lo tanto poseen diferente frecuencia de resonancia. Cuando se aplica una fuente sonora, cada sustancia responde de manera diferente y por lo tanto comienzan a separarse.
  • por otro, el catastrofismo entendido como un reset planetario para balancear de manera natural el desenfreno de la creciente mecanización de la humanidad y la patocracia de su élite gobernante: no desentendamos que la polarización negativa a través de la ponerización de la sociedad, posee repercusiones cósmicas; Laura Knight-Jadczyk continúa en el segundo tomo de la Historia Secreta del Mundo:
Al final, la gente y la élite buscan ambas lo mismo: un paradigma que detenga las catástrofes cíclicas, pero lo hacen por razones diferentes. La gente busca aliviar el enorme stress de una certera pero impredecible hecatombe, mientras que la élite quiere perpetuarse en el poder.
El arreglo que sirve a ambos objetivos consiste en la ilusión de que la élite puede proteger a la gente de cualquier desastre. Y esta ilusión toma diferentes formas: rituales para calmar la ira de los dioses, revisionismo de la historia para exponer un marco uniformitario, una evolución continua y perenne de la humanidad, y un montón de propaganda.
Y esto funciona bien durante los períodos de calma entre dos grandes catástrofes. No obstante, la historia muestra que cuando aflora el hambre, las plagas, los terremotos, cuando los volcanes erupcionan y los cometas atraviesan el cielo o hay lluvia de meteoros y la anomalía climática se intensifica, la ilusión colapsa, y la razón de ser de las élites gobernantes (o sea, proteger a la gente) también cae, y entonces el chivo expiatorio termina siendo la clase gobernante.
La idea que la élite gobernante esté al tanto de un evento destructivo de escala global no es nueva; algunas corrientes conspirativas han planteado la posibilidad de que los medios estén cercenando información sobre un incremento en la actividad de cometas, que pueden ser expuestos como chemtrails (estelas químicas) rociados por agencias gubernamentales. El libro Comets and the Horns of Moses concluye en que: 
Atribuyendo la causa de estos eventos cósmicos al hombre, la élite mantiene la ilusión que ellos están al poder. Los chemtrails pueden detenerse si se dejaran de rociar, o las pruebas de misiles pueden culminar si las fuerzas militares son coaccionadas a ello, o el calentamiento global puede reducirse controlando las emisiones de gas invernadero.
Ahora bien, estelas desencadenadas por actividad cometaria, explosiones de cometas o cambios inducidos por tormenta solar no pueden ser cambiados por la élite. No sólo eso, porque si la gente se diera cuenta, podrían empezar a pensar que los 'dioses están enojados' e intentar buscar la razón tras esto, ubicándola en la creciente corrupción y violencia fomentada por la élite en sus esfuerzos de mantenerse en el poder.
Si las masas humanas reconocieran las verdaderas causas de tales fenómenos, esto llevaría a reconocer la impotencia de la élite y en consecuencia a poner fin a su mandato.
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(1) En su artículo sobre Dinámicas de las Egrégoras, Minderle refuerza este punto de vista:
Aquello que antes era una mezcla homogénea de diversos reinos se está separando en capas, y cuando la copa se incline serán los estratos más bajos de densidad los que se derramen por el desagüe. El fenómeno de la polarización comienza con el desinterés mutuo entre individuos con pocos puntos en común. Es posible que haya litigio y confrontación, aunque también puede existir una separación tranquila. Pero a medida que pasa el tiempo y la gente se reúna en sus dominios colectivos [egrégoras] más armoniosos, el abismo entre estos reinos se hará eventualmente tan profundo que incluso la percepción y la experiencia será dividida: las necesidades de aprendizaje de cada reino colectivo pueden llegar a ser tan contradictorias entre sí que ya no podrán compartir el mismo espacio, la misma línea de tiempo, la misma densidad. Esto implicaría una división temporal, cada reino significativo seguirá una trayectoria diferente en el futuro que mejor se acomode a las necesidades de aprendizaje colectivo de sus habitantes.

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