Las metáforas de Haroldo

El famoso cineasta o, permítasenos el término más arcaico, hacedor de cuentos Harold Ramis nos ha provisto de una seria acertada de películas con ribetes esotéricos, pero de llegada amena.

Sin detenernos demasiado en la película Ghostbusters (en la que cualquiera con fértil imaginación podría hallar sincronismos y metáforas escatológicas con algunos de los temas que en esta colección se tratan, entre otros: el enfrentamiento apocalíptico contra un dios sumerio cambiador de formas, densos problemas de demonología e infestación, y por si fuera poco la posesión y el intento de exorcismo a Dana Barrett), acudiremos a otras dos películas que retratan bajo la superficie de la comedia algún que otro tema interesante.

Preferimos el título El Día de la Marmota al antisonante Hechizo del Tiempo (en el original: Groundhog Day), tal vez porque algún ojo inquisitivo encuentre feliz la alegoría del marmota con el arquetipo del Loco. En efecto, la película parece esconder algún significado profundo tras aquel final feliz de Phil Connors y Rita juntos.

Para aquellos que no hayan podido disfrutar aun de la película, la historia relata un bucle en el tiempo, en el que Phil, el protagonista -un pronosticador del tiempo-, se encuentra encerrado reviviendo cada día desde su llegada al pueblo. Este don o regalo de revivir el mismo día parece despertar en el protagonista la ilusión de ser libre y que al no haber consecuencia de sus actos, puede obrar con el mayor egoísmo.

Es curioso como ciertos dones sólo descubren o exponen (un divertido juego de palabras entre exponenciar y colocar fuera) lo que llevamos dentro; como cuando Gollum observa el Anillo por primera vez. Y también como Gollum, el regalo no tarda en transformarse en una maldición... Phil comprende por fin el transfondo real de su ilusoria libertad: su cárcel sin paredes y persigue todos los medios de huir de ella sin éxito.

La respuesta llega por fin a través de su ser polar, Rita, quien al sopesar su situación le propone un cambio de actitud, con lo que el protagonista comienza la ardua tarea de reorientarse, es decir, dejar de sentirse la víctima, comenzar a reconocer sus actitudes egoístas y a brindarse hacía los demás; en definitiva, para el ojo entrenado aquí ocurre una transformación a través del sufrimiento consciente: desde el servicio egocéntrico hacia el servicio al prójimo. Quizá un guiño al prestigioso autor ruso Mouravieff, autor de los libros de Gnosis, quien manifestó que la humanidad se encuentra en un ciclo infinito, hasta que abandone su egoísmo y logre descubrir aquellas influencias que lo liberen de la ilusión.

Es posible que Al diablo con el diablo (del original Bedazzled) permita el descubrimiento de estas influencias. La historia pone al protagonista ante una situación faustiana motivado por una negativa amorosa, que lo lleva a pactar con una representante de las Autoridades del Mundo.

Cada deseo del protagonista termina alejándolo de su anhelado amor, hasta que comienza a darse cuenta que el pacto ha sido un error; sin embargo la situación empeora, pues el factor exógeno mueve las piezas de la realidad humana con el objetivo de aislar y someter su alma.

En el interín y creyendo todo perdido, curiosamente dentro de una cárcel, el protagonista encontrará un personaje que le informará de sus verdaderas opciones, y lo llevará a reorientarse a través de influencias no egocéntricas:
- ¿Por cuánto tiempo estarás encerrado, hermano?
- Por la eternidad.
- Eso es mucho tiempo. Debes haber hecho algo realmente malo.
- Sí. Vendí mi alma.
- Espero que obtuvieras algo bueno, entonces.
- No, no obtuve nada.
- Entonces hiciste un muy mal negocio, si me preguntas.
- Bueno, entonces no te pregunto.
- En realidad no importa. No se puede vender el alma de todos modos.
- ¿En serio? ¿Por qué dices eso?
- No te pertenece en primer lugar. De ninguna forma.
- Entonces, ¿a quién le pertenece?
- Le pertenece a Dios: ese espíritu universal que lo anima todo y une todas las cosas en la existencia. El diablo va a tratar de confundirte: ese es su trabajo. Pero al final, verás claro quién y qué eres ... y lo que has venido a hacer. Seguramente cometerás algunos errores a lo largo del camino, todo el mundo lo hace... pero si abres tu corazón y tu mente... lo conseguirás.
- ¿Quién eres?
- Sólo un amigo, hermano. Sólo un muy buen amigo.
Nuevamente aquí ocurren los pasos necesarios:
* * *
*
 (*) esto no significa vestirse de monaguillo ni mucho menos renegar de uno mismo. Servir a otro puede ser tan sencillo como prestar una oreja cuando alguien lo necesita; en definitiva, mostrar una actitud abierta a conocer al prójimo.

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