Entre Tesla y Borges: el dínamo humano

Se debería comenzar disculpándose por tocar un tema del que quizá no se ha interiorizado lo suficiente; por más de haber nacido en un social memory complex que reverencia a la pasión de multitudes no necesariamente por ello comulgue; ya lo decía Jorge Luis Borges, y se nos ocurren algunas de las razones:
El fútbol es popular porque la estupidez es popular; es un invento postcolonial que sustituye las peleas de cuchillo.
Aquí debemos introducir a Nikola Tesla y su sintética explicación de una canalización:
La idea vino como un flash de rayos y en un instante la verdad se reveló.

Mi cerebro es sólo un receptor; en el Universo hay un núcleo desde donde obtenemos Conocimiento, Fuerza e Inspiración. No he llegado a penetrar en los secretos de este núcleo, pero sé de su existencia.
Tenemos los ingredientes, es hora de mezclar con nuestro fuego el crisol alquímico y buscar la lapis exilis.

¿Qué fue lo que canalizó Tesla? Entre otras cosas, las aplicaciones prácticas para campos magnéticos rotativos, como son motores y generadores eléctricos; en ambos casos, se trata de un eje central rotativo sobre el que se montan uno o más electroimanes; alrededor de este eje existen pares de imanes permanentes; estos imanes se encuentran con su orientación enfrentada. Si a los electroimanes centrales se les provee de energía, entrarán en conflicto con los imanes permanentes haciendo girar el eje en un sentido u otro, dependiendo de la polaridad. En cambio si se genera movimiento rotativo del eje, se producirá un diferencial de energía eléctrica por la interacción de los electroimanes contra los imanes permanentes: a mayor velocidad del eje, mayor será la energía generada y recolectada.

Es el principio a través del cual se produce electricidad, en los generadores de las represas hidroeléctricas, o la forma en que se la consume al utilizar las electrobombas o los motores en los artefactos cotidianos. Es un honor dejar las contribuciones del genial Tesla con una frase que denotaba su característica de peregrino en tierra pagana:
Si tuviera la suerte de alcanzar alguno de mis ideales sería en nombre de toda la humanidad.
¿Y el fútbol? Borges nuevamente nos persuade:
La idea que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible.
Quizá entonces comulgase con aquella frase de las Transcripciones Cassiopaea que reza: los buenos muchachos no juegan ajedrez. (1)

Ver la realidad desde un punto de vista diferente puede —si nos esforzamos a una cierta apertura mental— proveernos de nueva información para entender de otra manera aquello que hemos asumido de manera consensuada.

Nos podríamos imaginar como imanes permanentes a las hinchadas, enfrentadas, que se repelen con la violencia primigenia; rodeando un campo de juego en donde dos equipos, como imanes dinámicos se disputan en un duelo; del tratado El Origen del Mal en el Mundo del prestigioso ex-jesuita Salvador Freixedo:
Tras muchos años hemos llegado a la inquietante conclusión de que las más poderosas de estas inteligencias suprahumanas que han contactado con las corruptas autoridades del planeta, se nutren de las sutiles energías de nuestro psiquismo, de nuestras emociones, de nuestros sentimientos, de nuestros odios y sobre todo de nuestros miedos, aparte de otras energías más materiales que pueden conseguir en nuestro mundo. Con el sufrimiento y la excitación, nuestras almas producen automáticamente el tipo de sutiles energías que ellos buscan, mucho más que cuando estamos tranquilos y en paz. Esta es la razón de tantas guerras, de tanta injusticia y de tanto sufrimiento como siempre ha habido en las sociedades humanas de todos los tiempos. 

En nuestros días, la última estrategia de estos seres es la globalización de la mayoría de las actividades humanas y especialmente del deporte organizado, con la enorme influencia que éste ejerce sobre las mentes de millones de seres, y el irracional y furioso fanatismo que genera en el mundo entero con las enormes pasiones que desencadena. Un estadio abarrotado de cerebros angustiados o furiosos es una enorme batería psíquica que nos recuerda al “aroma reconfortante” que se desprendía de las bestias sacrificadas y de los ríos de sangre que el “dios” Yahvé le exigía a su “pueblo escogido.”

Los Domingos por la tarde, el planeta entero se convierte en una gigantesca fuente de energía para estos depredadores del Cosmos.
El ojo entrenado comprenderá que esto de alguna manera ya ocurrió: en la arena del circo romano, en los juegos rituales de los mayas, y acontece hoy en los mundiales, en los panamericanos, en las olimpíadas; en cualquier enfrentamiento en donde tomemos partido por uno de los pequeños electroimanes que rotan con la emoción para provocar y extraer incesantemente loosh.

Así es: una de las formas en que ordeñan emocionalmente a la humanidad. Quizá ya no sea tan evidente como la guerra, ni tan primitiva como las torturas. Es cierto, tal vez, ya no sea necesario la muerte del perdedor... suficiente con denigrar al que no ganó; del libro La Historia Oculta del Mundo del iniciado rosacruz Paul H. Koch: (2)
Ya antes, sin embargo, algunos investigadores habían descrito la abdicación de la voluntad personal ante el poder de la mayoría. Es el caso del psicólogo francés Gustav Le Bon, que a finales del siglo XIX detectó y describió con escalofriante detalle el concepto de "muchedumbre psicológica," según el cual nos gusta diluir nuestra identidad en la del grupo básicamente por dos motivos: primero, porque nos permite renunciar a nuestra responsabilidad por lo que ocurra y, segundo, porque vivimos la ilusión de ser tan fuertes como el mismo grupo.

El ejemplo más recurrido es el de los hinchas de un equipo de fútbol, que en solitario son personas amables e incapaces de dañar a nadie, y en un partido decisivo y de máxima tensión pueden acabar atacando, golpeando y hasta asesinando a hinchas del equipo rival, hipnotizados por su servidumbre al grupo.

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(1) Otra forma de entender esta frase es desde la dicotomía de las orientaciones, similar a como las Sombras de Babylon 5, entendían que debía evolucionar el Universo.

(2) Tal y como plantea en su Psicología de las Multitudes el mismo Le Bon menciona:
Cualesquiera que sean los individuos que componen la muchedumbre psicológica, y por semejantes o no que sean su género de vida, ocupaciones, carácter e inteligencia, por el solo hecho de transformarse en muchedumbre adquieren una clase de alma colectiva [¿egrégora?] que los hace pensar, sentir y obrar de una manera completamente diferente a aquella como pensaría, sentiría u obraría cada uno aisladamente.
Esa alma colectiva, como es de suponer, nunca se manifiesta a la altura de la mente más elevada entre las personas que la integran, sino más bien a la más baja.

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