En el
Ainulindalë se plantea un enriquecido paradigma de nuestra realidad; por supuesto, bajo un manto de cuidada mitología.
John Ronald Reuel Tolkien fue un filólogo que se interesó en las historias de los
seres que hablarían sus lenguas imaginarias; también se suele agregar que fue un cristiano católico; sin embargo, el ojo entrenado no dudaría en observar que fue un iniciado, y que sus libros destilan de conocimiento esotérico. Es evidente además, que el
bien en su obra está en función del servicio y la entrega (el camino hacia la santidad de
Frodo, la renuncia y la vida errante de
Aragorn y el sacrificio de
Gandalf entre otros), y en enaltecer la libre voluntad.
Cuando se plantea la
Música de los Ainur asistimos no sólo a una medida de tiempo mitológica, sino a una realidad de
seres que trascienden a casi cualquiera de los personajes del
Señor de los Anillos. Estas entidades incorpóreas son las
Potestades de la Creación, algunas inclinadas al "bien" y otras que buscan la esclavitud, la oscuridad y la ruina. Dentro de los
Ainur reconocemos a los
Valar como los poderes angélicos y senescales de la
Creación de Ilúvatar, les siguen los
Maiar espíritus menores y ayudantes de los primeros:
Con los Valar vinieron otros espíritus que fueron también antes que el Mundo, del mismo orden de los Valar, pero de menor jerarquía. Son éstos los
Maiar, el pueblo sometido a los Valar, y sus servidores y asistentes. El número de estos espíritus no es conocido de los Elfos y pocos tienen nombre en las lenguas de los Hijos de Ilúvatar; porque aunque no ha sido así en Aman, en la Tierra Media los Maiar rara vez se han aparecido en forma visible a los Elfos y los Hombres.
Luego siguen los primeros nacidos, o sea, los
Elfos, junto con una rama derivada de
Ents y
Enanos. Mientras los
Ents y
Elfos habitan bajo el cielo de la
Tierra Media, los
Enanos trabajan en
Casas de Piedra. De la perversión, surgen los
Orcos y los
Trolls, y quizá los
Enanos Oscuros. Por debajo está el
Hombre, que
sin embargo no posee un lado perverso separado (¿quizá se trate de un
mixtusorbis?):
Creen los Elfos, sin embargo, que los Hombres son a menudo motivo de dolor para Manwë [Senescal de la Creación], que conoce mejor que otros la mente de Ilúvatar [El Todo]; pues les parece a los Elfos que los Hombres se asemejan a Melkor [Senescal de la Destrucción] más que a ningún otro Ainu, aunque él los ha temido y los ha odiado siempre, aun a aquellos que le servían.
Hay quizá unos acordes semejantes en otra octava: el modelo de
Cassiopaea, que coinciden sanamente con el provisto por el
Ra Material, muestra la Creación compuesta de 7 densidades:
- materia inanimada;
- fauna y flora;
- humanidad;
- seres de orientación egocéntrica por un lado, y de servicio al prójimo por otro;
- contemplación y administradores de realidades;
- administradores y consultores de universos;
- en unión con la Creación;
Algo que llama poderosamente la atención es que el modelo
Cassiopaea sitúa en la
cuarta densidad, la que se nos advierte como de
fisicalidad variable (¿tal vez, al ser más sutil que la nuestra?), la necesidad de elegir entre dos orientaciones: aquella de
servicio a sí mismo, que no respeta el libre albedrío, habitada por lo que la humanidad ve como
Demonios, y por otro lado, entidades de
servicio al prójimo; análogamente, el profesor
Tolkien muestra a los
Orcos (es notable donde nos lleva la raíz de la palabra
orcis) como seres destructores y violentos, y en la orilla opuesta a los edénicos
Elfos.
Debemos invitar ahora a otro curioso investigador, quien horadó el velo de las densidades a través de la radiestesia:
Thomas Charles Lethbridge, un arqueólogo inglés que por más de treinta años ocupó el cargo de director de excavaciones en la
Sociedad de Antigüedades de Cambridge. En una de sus anécdotas comenta que para evitar la espera del datado de piezas históricas, comenzó a utilizar el péndulo y a constatar que una vez obtenidos los análisis, las fechas coincidían con rangos bastante aceptables.
Fue en aquel entonces que se interesó en el uso del péndulo y de la
radiestesia desde una óptica científica, elaborando un modelo en el cual se entendía al péndulo como una extensión física de la mente; en sus palabras (
The Power of the Pendulum, capítulo III):
El péndulo pareciera lograr contactar a uno con algo que conoce [más allá de los cinco sentidos]. En un principio fui reticente a confiar en este procedimiento, aunque trabajé duro y experimenté incesantemente. Ahora, cuando constaté que el péndulo efectivamente funcionaba, entonces un nuevo punto de vista de la realidad emergió.
Es notable que el péndulo parece reaccionar tanto con cosas concretas como con ideas abstractas [...] Se podría describir a la radiestesia como los "rayos de pensamiento:" lo que pareciera ser análogo a una onda emanada de un radar formada por los propios pensamientos que cuando el péndulo oscila es que este onda ha detectado una obstrucción (el objeto que se pensaba), y se ha reflejado sobre el patrón mental el cual se proyecta en el sistema nervioso.
En este sentido, los movimientos ideomotores que se reflejan en la oscilación del péndulo coinciden con la frecuencia mental del objeto o idea en la que se piensa; la longitud de la cadena debe estar en sintonía con la idea que se persigue; experimentando con diferentes longitudes,
Lethbridge se topó con lo que denominó un nuevo segmento de la espiral de la realidad, la
cuarta densidad:
Por el momento quizá sea suficiente con decir que la vida en el siguiente nivel es tal vez cuatro veces más rápida que en nuestra realidad física, y aparentemente el tiempo no es una restricción.
Y hay algo que queda claro: si mi razonamiento es correcto, ningún ser humano tiene la frecuencia de vibración necesaria como para percibir las entidades o eventos que en los planos superiores acontecen. Se puede suponer que toman partido en un espectro ajeno a la realidad física. [...] Tal vez, con capacidades mediúmicas se pueda atravesar el velo de a momentos, pero requerirá un incremento dramático de la frecuencia vibratoria.
Lethbridge no sólo identificó a la
cuarta densidad como el siguiente anillo de la espiral al que atribuye como destino general cuando se duerme o al que se accede para tener una visión profética, sino también dos niveles superiores: el tercer anillo (la
quinta densidad) al que posiblemente se acceda al morir, y otro aun más alto que no pudo comprender en su totalidad (la
sexta densidad); intentó continuar probando pero no pudo determinar qué había después de este último anillo de la espiral.
Curiosamente, el
Material Ra y las
Transcripciones Cassiopaea describen la
quinta densidad como de contemplación por el hecho de ser el estado de consciencia al desencarnar; el profesor
Tolkien hace hablar al
Rey Thorin sobre los
Salones de Espera, y en el
Silmarillion se nos comenta que son los
Valar:
Mandos y
Nienna, los senescales de estos parajes, que se encuentran en el
Reino Bendecido (el plano espiritual); recordemos que es allí donde van los Elfos cuando mueren, para luego reencarnar.
Es de la
sexta densidad de donde aparentemente provienen las fuentes de canalización
Cassiopaea y el
Material Ra; se la describe habitada por seres complejos (conjuntos de consciencias) omniscientes, cuya tarea es diseminar Conocimiento al resto de la Creación; el gnosticismo las denomina como
Eones o
divinidades plerómicas (de la palabra
pleroma cuyo significado es
abundancia, en el
Material Seth pueden entenderse como las
Gestalts de energía primarios o como los
Arquetipos jungianos): seguramente, la analogía con las Potestades Creadoras o
Ainur, sirvientes bajo la égida del
Único, es notable.