El reino de la imaginación

A lo largo de algunos desasosegados artículos de esta colección, hemos intentado insinuar a los gritos que nuestra realidad humana se encuentra confinada en otra mayor y más vasta que se podría denominar hiperdimensional. Este es el término que buscó el astrofísico francés Vallée y que más tarde encontraría Jadczyk, aunque si bien es cierto que el doctor Kenneth Ring, algunos años antes en su prestigioso libro El Proyecto Omega, lo propuso como Mundo Imaginal:
Mi tesis, para resumirla brevemente, es que en el terreno de los encuentros extraordinarios, ver es destino. Lo que vemos con la visión imaginal es una representación de nuestro medio ambiente futuro. Y cuando digo medio ambiente futuro no estoy hablando de ningún supuesto mundo después de la muerte (aunque no estoy negando eso tampoco). Lo que quiero decir es que se convertirá en nuestro escenario medioambiental antes de la muerte.
Aquí podríamos dar rienda suelta a nuestra curiosidad y preguntarnos si este profesor emérito en psicología de la Universidad de Connecticut ha estado consultando alguna fuente no localizada de información, acaso semejante a las canalizaciones Cassiopaea, ya que asombro esotérico mediante, es extremadamente similar al proceso de ascención a cuarta densidad que se propone en dichas transcripciones.

Hemos hecho algún comentario sobre esta posible ascención, así que nos centraremos en este mundo imaginal, hiperdimensional o etérico. Ahora bien, el científico ortodoxo nos criticará que estamos hablando sobre temas marginales, con métricas inexistentes y eventualmente teórico-conceptuales, y que la filosa navaja de Ockham vendrá a cercenarnos cualquier intento de proponer algo que nos permita expander el actual paradigma anquilosante academicista.

Coincidimos con el corte quirúrgico contra teorías disparatadas, pero sólo si hemos considerado debidamente todas las posibilidades. ¿A qué nos referimos? El principio de economía de Ockham es similar en la teoría de grafos a la búsqueda del camino más corto; este algoritmo, cuando no se trabaja con heurística, requiere que se conozcan todos los nodos del grafo: es la única forma de asegurarse que el camino sea verdaderamente el más corto, y no aparezca más tarde otro circuito de menos nodos porque se obvió un puente; (1) nuevamente en palabras del doctor Ring:
En efecto, el mundo de los muertos y el mundo de los vivos son tales que entre ellos puede que, eventualmente, ya no haya una distinción bien marcada. [...] En resumen, creo que la fascinación, cada vez en aumento, por los encuentros extraordinarios [refiriéndose a los Encuentros Cercanos a la Muerte y Encuentros con Ovnis], así como la inmersión en sus dominios, puede estar presagiando perfectamente la chamanización de la humanidad moderna.
Este puente oculto entre el mundo de los muertos y el nuestro que no consideramos en nuestra realidad humana es la cuarta densidad. Algún espíritu inocente podrá plantearse la pregunta ¿en qué me puede afectar algo que no puedo percibir o siquiera concebir? Como respuesta vaga podríamos insinuar: ¿cuánto cree que le ha afectado la suerte en su vida? John Baines nos incitaría a evaluar la suerte como aquella componente exógena que el computador central impone en la vida del individuo: a algunos los beneficiará y a otros los perjudicará, pero siempre en función del beneficio último de los constructores del gran computador. Así que la única forma de detener el azar y retomar el control de nuestra existencia es cortando la conexión; en términos de Castaneda, desprenderse de la instalación foránea: el programa cliente que reside y que se ejecuta en nuestra mente y que se conecta permanentemente con el servidor central del sistema de control.

Así parece ser la dura realidad: el humano promedio es una computadora biológica, corriendo diferentes procesos reactivos, robots programados para obedecer un servidor central en manos de hackers del alma que atesoran la energía emocional emanada de un ganado ignorante que pastorea las sobras de una libertad animal enrarecida. (2)

En algunos casos, no estaría muy lejos comparar nuestra actual realidad humana con algún cuento de H.P. Lovecraft... pero es cierto el dicho que reza: sólo en la oscuridad el hombre pierde su sombra, y es en este mixtusorbis terrenal, donde aquellos que así lo eligen puedan limar las asperezas del alma, pulir la Piedra y prepararse para el momento en que se arree el ganado hacia el matadero, pues será el momento preciso para intentar volver a casa, en las proféticas palabras del doctor Ring:
Keys to Imagination
portada en la obra de Yanni

Habremos de tener un nuevo mundo consensual, pero no tendrá nada que ver con los sentidos. En su lugar será el resultado de una capacidad expandida, por parte de los seres humanos, para la visión imaginal. Y lo que eso querría decir es, ni más ni menos, lo siguiente: la humanidad sería conducida de regreso a su verdadero hogar en el reino de la imaginación, donde sería liberada para vivir en un tiempo mítico y dejar de verse condenada a vivir encarcelada en el tiempo histórico.
Creemos que hay mucho que podemos asociar con estas palabras; algunos datos de color nos proporcionaría la Tierra de Fantasía de La Historia Sin Fin del escritor alemán Michael Ende, el ejercicio ininterrumpido en su subcreación del profesor Tolkien y sin lugar a dudas las palabras de Neville Goddard:
Aprende cómo usar el poder de tu imaginación, con amor, en beneficio del prójimo, por que el Hombre se está moviendo hacia un mundo donde todo está sujeto al poder de su imaginación.
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(1) El físico teórico Michio Kaku explica en su libro Universos Paralelos, una idea similar al enunciar el concepto de Suma de Caminos:
Digamos que queremos atravesar andando la habitación. Según Newton, tomaremos simplemente el camino más corto, de A a B, llamado el «camino clásico». Pero, según Feynman, primero tendríamos que considerar todos los caminos posibles que conectan los puntos A y B, es decir, los caminos que nos llevan a Marte, a Júpiter, a la estrella más cercana, incluso los caminos que vuelven atrás en el tiempo, hasta el big bang. Aunque los caminos sean una locura o de lo más estrambótico, hay que considerarlos. Entonces Feynman asignó un número a cada camino, dando una serie precisa de normas para calcular este número. Milagrosamente, sumando estos números de todos los caminos posibles, se encuentra la probabilidad de ir andando del punto A al punto B que da la mecánica cuántica estándar.
Feynman encontró que la suma de estos números de caminos, que eran estrambóticos e infringían las leyes de la dinámica de Newton, normalmente se anulaba para dar un total pequeño. Esto era el origen de las fluctuaciones cuánticas; es decir, representaban caminos cuyas sumas eran muy pequeñas. Pero también encontró que el camino newtoniano más lleno de sentido común era el que no se anulaba y, por tanto, daba el total más grande; era el camino con la mayor probabilidad. Así, nuestra idea llena de sentido común del universo físico es simplemente el estado más probable entre un número infinito de estados. Pero coexistimos con todos los estados posibles, algunos de los cuales nos remontan a la era de los dinosaurios, a la supernova más cercana y a los confines del universo. (Estos caminos estrambóticos crean pequeñas desviaciones del camino en sentido newtoniano, pero afortunadamente se asocian a una probabilidad muy baja).
(2) En la jerga bainesiana: un simbionte informático; es curioso sin embargo, que una entidad espiritual -aparentemente de quinta densidad- canalizada en el Material Seth, se haya definido con palabras semejantes:
[...] soy simplemente una esencia de energía personal que ya no está centrada en la materia física, una entidad no humana, una organización simbiótica de conocimiento de sí mismo extraída de una diversidad de fuentes de inteligencia y cuyo "campo de conciencia" ya no se encuentra en el reino de la materia o de la energía que ustedes conocen sino en un nivel de existencia algo distante del vuestro.

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