En definitiva si el mundo de los dioses existe, ya sea como una realidad tangible en un espacio hiperdimensional, o como una serie de arquetipos en el futuro que crean nuestro presente proyectándose asimismo en el pasado, formando un ambiente interactivo en donde la clave es comprender y comprenderse, no es conveniente dar la espalda a este denso reino de la fisicalidad, aunque se trate de una ilusoria sombra de una realidad más vasta.
Cuando presentamos a los introyectos -los sombríos acompañantes de nuestra psiquis- hicimos mención a que era posible ignorarlos o tomar alguna medida al respecto: si aplaudíamos su actuación y poníamos nuestra consciencia a su servicio, nos encontrábamos en lo que el psiquiatra Dabrowski denominó crecimiento lateral, acrecentando el servicio egótico y anclando en la psicopatía; por otro lado, podíamos optar por el camino del conocimiento interior teniendo así un crecimiento global, debiendo hurgar en las oscuras profundidades del trauma emocional, donde los parásitos etéricos hunden sus retorcidas raíces en busca del preciado loosh.
La psiquiatra Barbara E. Hort plantea en su libro Unholy Hungers (Hambrientos Impíos) el paradigma del vampiro psíquico, la carismática pero perturbadora sombra arquetípica que seduce bajo sus dos apariencias:
- la masculina, proyectando poder y seduciendo nuestra imaginación para cobijarnos bajo su aparente capa protectora, pero que sólo es el velo piadoso de un testimonio macabro: somos el suculento plato de su festín; ciertamente somos protegidos, tal como lo es cualquier fuente alimenticia generosa;
- la femenina, esta vez el velo proyecta una imagen de vulnerabilidad y debilidad con la cual el inocente guerrero queda desarmado... ¿cómo es posible ser tan poderoso pero a su vez tan ciego? El guerrero espera una criatura feroz y hambrienta, no una mano delicada con guante de seda; cuando nuestra psiquis enfoca al guerrero piadoso, buscamos servir a aquellos más desafortunados y es allí, en la niebla de la ignorancia y la falta de discernimiento cuando los colmillos se prendarán para explotar la verdadera nobleza de nuestro acto.
El logro de Stocker es este: nos permite entender la razón por la cual se dice que el vampiro es invisible al reflejarse en un espejo. Efectivamente se encuentra allí, pero no somos capaces de reconocerlo dado que nuestros propios rostros obstaculizan su reflejo.Y es este el verdadero Síndrome del Wetiko (Wekufe en mapuche, de ahí el término Gualicho) que denuncia Paul Levy... la Gran Epidemia que hoy asola a la humanidad: somos el huésped de un terrible parásito que se nutre de nuestras relaciones enfermizas, ya sean laborales, familiares o sociales. Buscamos con desesperación trepar al siguiente escalón de la pirámide social desconociendo los desfigurados rostros que aplastamos, carecemos de control para encerrar al predador interno que se esconde en cada discusión familiar, queremos convertirnos en una fachada de Dorian Gray, en un Conde Draculiano, en un Vampiro Adolescente que logre seducir todas las miradas... de otra forma, ¿por qué el éxito de las sagas que hablan de los villanos de otro tiempo?
Los introyectos no son más que la hueste autorizada por el gran arquetipo del vampiro para hackear nuestras mentes. Los kabbalistas no dudarían en reconocer a las envolturas, la escoria de la humanidad que rodea los estratos inferiores del plano etérico que es su sustrato vital. La doctora Hort sugiere:
Para comenzar, todo predador acosa a los miembros débiles del grupo, y debemos considerar que cuando proyectamos una porción de nuestra fuerza en un tercero, esta acción nos deja vulnerables. Más aun, los más letales predadores son aquellos que se convierten en atractivos para sus presas, representando el papel del arquetipo del compañero perfecto. Finalmente, el predador habrá logrado el mayor daño cuando la víctima haya suprimido sus defensas, admitiéndole en el santuario interno de su psiquis.
Por lo tanto, un vampiro psíquico no tiene más que detectar la búsqueda ferviente que hace una potencial víctima de la pareja ideal, de manera de proyectarse como tal. Una vez que ha descubierto ese anhelo desesperado, el predador podrá fácilmente metamorfosearse en la clase de persona que cumplen con los criterios. Y esa transformación es sencilla para los vampiros, tanto psíquicos como míticos, dado que poseen un agudo sentido depredador y un talento para rápidamente readaptar su apariencia.¿Cómo desactivar al vampiro? Antes que nada debemos realizar el duro camino de la instrospección y analizar con objetividad la presencia del vampiro en nuestra psiquis, ya que difícilmente podremos ganar dos batallas simultáneas con semejante enemigo. Luego comenzará la preparación para el enfrentamiento externo: se tratará de la punitiva gesta del discernimiento en donde tristemente podremos reconocer los afilados colmillos en las caras más familiares.