Resonancia vibracional (III)

Podríamos aventurar que el verdadero don que potencialmente se logre al descender a densidades inferiores, consiste en la conquista propia a través del conocimiento interior; en las entregas previas, hemos visto que el conocimiento equivale al rango de cobertura, mientras que nuestra élan vital consiste en la amplitud del FRV del alma: conocer protege, no sólo porque al observar objetivamente reconozcamos el caos de nuestra realidad entrópica sin pretender que sea algo diferente, sino porque al entenderlo en profunidad, el grado de certidumbre externa deviene en asertividad interna.

En primer lugar, la asertividad nos conduce a mantener el balance interno, de forma de evitar que se involucren emociones negativas al analizar una perspectiva desfavorable de la realidad, pero que al mismo tiempo la atención mental logra bloquear; esta nula inversión emocional facilita utilizar las energías psíquicas así ahorradas en atraer la realidad positiva con la que resolvamos resonar emocionalmente. Y en segundo lugar, vemos que el orden puede emanar del caos al no desatender la realidad objetiva e intentar percibirla tal como es, evitando los filtros de la subjetividad y el hipnótico trance consumista con el que se nos trata de adoctrinar socialmente.

Pero si brindamos cierta licencia a las teofanías de Orfeo Angelucci, tal vez logremos reconocer una razón adicional para este -en palabras de Doris Lessing- descenso a los infiernos: en su prolongada ausencia de la vida humana, habiendo experimentado un OBE durante 7 días seguidos, Angelucci recuerda comulgar con entidades de consciencia superior de orientación positiva, con descripciones coincidentes a la de los Elfos del profesor Tolkien, en una realidad muy semejante a la atmósfera feérica de Lothlorien; (1) para enfatizar la realidad física de la cuarta densidad se le informa a Angelucci:
"Es todo una cuestión de la escala de vibración en la que se esté funcionando", explicó. "La tasa vibratoria de la materia densa que constituye el sustrato del planeta Tierra es extremadamente baja, por lo tanto, los cuerpos terrenales son lentos, densos y pesados. El índice vibratorio aquí es bastante más alto y la materia tan tenue que parece desde un medio físico denso como el vuestro, inexistente; pero como ahora te encuentras en un cuerpo con una tasa vibratoria en correspondencia, los fenómenos de este mundo te son tan reales como tu mundo de la Tierra."
Durante su etérica estadía en lo que se entiende como el planetoide Ceres en las fronteras del Cinturón de Asteroides entre Júpiter y Marte, Angelucci es informado que el planeta Tierra es actualmente una triste prisión de reos cósmicos, reencarnaciones de aquellas almas de orientación de servicio egótico que con su furia destruyeron su propio planeta y del que sólo quedan los restos en órbita; curiosamente, esta explicación coincide en las Transcripciones Cassiopaea cuando se comenta sobre Lucifer y la Llegada de los Caídos a la Tierra (2) desde el quinto planeta:
P: (Laura) Dijeron la otra noche que había un planeta entre Marte y Júpiter que fue destruido y se convirtió en el Cinturón de Asteroides. ¿Fue este planeta alguna vez habitado por seres conscientes?
R: Sí.
P: ¿Qué hizo que este planeta sea destruido?
R: Energía psíquica.
[...]
P: ¿Cuál es el origen de la raza aria?
R: El quinto planeta que ahora se conoce como el
Cinturón de Asteroides.
P: ¿Cuándo llegaron a la Tierra?
R: ¿Hace 80.000 años? Difícil para nosotros de usar su sistema de medición.
[...]
P: El planeta que fue destruido entre Júpiter y Marte, que ahora conocemos como el Cinturón de Asteroides, dijeron que fue destruido por la energía psíquica. ¿Podrían aclarar esto?
R: Los ocupantes de ese planeta, muchos de los cuales son sus antepasados del ​​alma, simplemente decidieron desarrollar un ambiente tan enfocado en el servicio a sí mismo que su realidad quedó tan super cargada negativamente que causó que su planeta fuese destruido dado los niveles de energía tan intensa, que colapsaron la estructura atómica del planeta, causando su explosión física.
P: ¿Se hizo esto tecnológicamente o fue estrictamente hecho por el poder de la mente?
R: Son una y la misma.
P: ¿Hicieron algo así como arrojar bombas?
R: No, no. Esto fue hecho a través de energía psíquica. Fue previsto de forma transitoria el peligro de que suceda lo mismo en su planeta. Aunque estamos bastante seguros de que no ocurrirá dado que vemos toda la realidad, pasado, presente y futuro
[las divinidades plerómicas o de sexta densidad son omniscientes de los futuros posibles]. Pero, hay que entender también que incluso desde nuestra perspectiva particular, toda realidad es, no obstante, fluida. Todavía hay muchas opciones de las realidades y los posibles futuros y posibles pasados ​​y presentes posibles. Pero nos sentimos bastante seguros de que ese destino en particular no caerá sobre su planeta, aunque sí el entonces conocido como Kantek.
En otro exótico sincronismo literario con esta visión, el profesor Tolkien hilvanó varias leyendas nórdicas en su relato sobre El Akallabeth (o «La Sepultada»), más tarde conocido como La Caída de Númenor, un cuento de la Segunda Edad donde los Altos Hombres de Númenor esclavizan a los hombres menores de la Tierra Media e intentan desafiar a las Potestades Creadoras de Valinor, y son entonces reprimidos, logrando huir algunos para crear los Reinos de Anor y Gondor pero viendo su anterior mundo destruido y desapareciendo los senderos hacia las Tierras Imperecederas.(3) En este sentido y resonando con el libro de Isaías 14:12-14, se le informa a Angelucci: (4)
"El tiempo es una dimensión, como sus científicos ahora conjeturan correctamente. Pero es sólo una dimensión cuando se aplica a las distintas densidades de la materia. En los estados absolutos, o no materiales de la conciencia, el tiempo es inexistente. Así que digamos que en uno de los marcos dimensionales del tiempo, hubo una vez un planeta en el sistema solar, llamado Lucifer; era de la densidad menos material que cualquiera de los planetas. Su órbita se extendía entre Marte y Júpiter. Entre los seres etéreos, o huestes celestiales, se lo llamaba la Estrella de la Mañana. Y entre todos los planetas era el más radiante: el nombre del príncipe de este planeta que brillaba también era Lucifer, un hijo amado de Dios."
Orion hizo una pausa y la tristeza más profunda se reflejó en sus ojos, y luego continuó: "Las leyendas de la Tierra sobre Lucifer y sus huestes son verdaderas; el orgullo y la arrogancia crecieron en los corazones de muchos Luciferinos. Descubrieron los secretos de la materia y también el gran Secreto de la Palabra Creadora. Finalmente buscaron convertir esta fuerza omnipotente en contra de sus hermanos que eran menos egoístas, y también contra los seres etéreos y contra el mismo Cosmos, tal fue su deseo el gobernar el Universo. Ya conoce el resto de la leyenda: cómo Lucifer y su seguidores fueron arrojados de su alto estado. En palabras más simples, los Luciferinos fueron entonces arrojados hacia la encarnación material: "cayeron" en las formas más densas de evolución material, lo que es la evolución animal de la Tierra."
El punto que pretendemos rescatar es que el Secreto de la Palabra Creadora bien puede tratarse de la resonancia vibracional, y que su descubrimiento y aplicación carente de higiene mental o impecabilidad puede llevar a una situación semejante; como se le explica a Angelucci el amor es más fuerte que la vida y más profundo que las insondables profundidades del tiempo y el espacio, y tal vez sea la razón por la cual tantos peregrinos hayan decidido embarrarse en los lodos de la tercera densidad para oportunamente hacer esta advertencia, previo al cambio de densidad. Y en este sentido, el cambio de densidad de consciencia quizá no se trate de un evento exógeno sino de un proceso de emergencia y de escisión de realidades; el investigador y escritor Daniel Ruzo lo expresó así en El Testamento de Nostradamus: (5)
Para los astros de nuestro sistema planetario, se produce cada 25.824 años solares. Para nosotros, es la repetición del lapso de “nuestra única vida,” la que vivimos y podemos recorrer millones de veces, para aprovechar todas sus posibilidades. Esto es posible porque con relación a los astros es otro nuestro “tiempo,” como es otro también el de los átomos que constituyen nuestro cuerpo físico. Los que “recordamos” formamos una gran familia. Los que no “recuerdan” quedan encerrados en los límites del tiempo de los relojes, que no puede explicar la profecía; en los limites del espacio de la geometría euclideana, que no puede explicar las geometrías no-euclideanas; y en límites de la férrea repetición de la causalidad, que no explica la “casualidad” ni el “accidente.”
Esta posibilidad humana de diferentes conciencias no es una ilusión ni una elaboración mental. Hemos experimentado algunas veces un cambio de consciencia en nosotros mismos; desgraciadamente ha durado pocas horas. Quien lo experimenta puede estar seguro de que se trata de verdadera conciencia, superior a la que llamamos normal, 1° por la felicidad especial que nos embarga; 2° porque creemos imposible perder ese estado y volver a la conciencia diaria; 3° por la seguridad que nos da de que ésa es la verdadera conciencia humana; 4° porque nos aparta de todas nuestras preocupaciones del mundo físico. Este proceso se encuentra explicado en el libro más difundido en todos los idiomas de la Tierra. Es San Pablo el que divide a los hombres en tres niveles de conciencia según su “sabiduría:” el de los “príncipes de este mundo,” que están dormidos, los “perfectos” que hablan sabiduría y que ya no duermen, y los “verdaderos adoradores,” que sin vanas palabras dan testimonio de la virtud y del poder de Dios porque han sido transformados. 
Esta idea de que cierta familia de humanos poseen la certidumbre interna de que un gran acontecimiento está próximo a suceder coincide con diferentes enfoques sobre eventos apocalípticos o de alcance planetario, en relación a la polarización de la humanidad: empatía vs. psicopatía, y evidentemente, no sólo es un fenómeno recurrente en nuestro planeta (e.g. los mitos sobre la Caída de la Atlántida, el Diluvio Universal, la Epopeya de Gilgamesh o el Arca de Noé que quizá todas provengan de un mismo acontencimiento), (6) sino como se le enseña a Angelucci, ocurrió previamente a la destrucción del planeta Kantek/Lucifer:
"Estuvimos entre los que no se unieron a los Luciferinos en su revuelta contra los ejércitos etéreos," explicó gentilmente. "Así que, aunque los Luciferinos hicieron pedazos nuestro planeta radiante en el holocausto de la guerra, nosotros entramos en el plano etéreo, en las octavas superiores no materiales como hijos liberados del Creador, mientras que los ejércitos de Lucifer cayeron en el sueño de la mente aprisionada en la materia en el planeta oscuro de los dolores."
Cuando Angelucci recuerda aspectos de la realidad de aquel mundo (tal vez de otra encarnación), se le responde con conceptos que coinciden graciosamente con las visiones de Robert Monroe, cuando comenta sobre los seres etéreos que habitan la Tierra en el supuesto año 3000 y que recurren a "contenedores" o cuerpos físicos, reservados para ocasiones en que requieran individualizarse en la superficie planetaria:
"Esta es una pequeña parte de lo que queda de ese mundo. Mencionas no estar familiarizado con muchas cosas, como los truenos y relámpagos y la cercanía del horizonte. Estas condiciones son nuevas para ti. Porque nosotros nos encontramos en uno de los más grandes planetoides del destrozado Lucifer. Es de tan sólo unos pocos cientos de kilómetros de diámetro, y por ello, la cercanía del horizonte, los truenos y relámpagos y el juego constante de los fenómenos de color en la atmósfera, siendo el resultado de las perturbaciones magnéticas, debido a la proximidad de otros asteroides; las nubes que ves arriba no son las nubes como las conoces en la Tierra, sino que sirven para ocultar los restos de nuestro planeta destrozado. Sólo pocas veces dejamos nuestro estado etérico del ser y entramos en nuestro antiguo marco de tiempo en manifestaciones individualizadas como nos ves a nosotros ahora."
El concepto de senderos escondidos a través de los que es posible ingresar en el plano etéreo también fue comentado en los escritos del profesor Tolkien, y que hemos hablado oportunamente como la Apertura del Cielo; Charles Upton profundizó al respecto en su tratado ufológico de Cracks in the Great Wall (Grietas en la Gran Muralla, en alusión al debilitamiento del velo entre el plano físico y el etéreo) basado en las enseñanzas del libro El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos de Réne Guénon.

* * *
*